miércoles, 3 de marzo de 2021

Ruido

Me acuerdo de vos, todo el tiempo me acuerdo de vos. A veces creo reconocerte jugando con los chicos de la plaza. También cuando veo pasar un tren que no voy a tomarme y si miro a la gente que me rodea en los cafés. Me acuerdo de tu pelo azul y tu sonrisa fruncida. Si me pido un exprimido pienso en vos, y evitar pedirme exprimidos de naranja también te trae a mi mente. Pensando en vos riego las plantas del departamento y me escondo de los paquetes de galletitas abiertos. Cuando me levanto sin hacer la cama, resuena tu voz en mi memoria. El ruido blanco del ventilador se parece al ruido blanco de tu respiración en el escritorio de al lado. No saber tocar la guitarra es un vendaval de imágenes y ruidos. Cuando veo que va a sonar el teléfono o el timbre pienso en vos. Y si me aferro a tu imagen, a tu ruido, a tu olor desapareces.

Es horrible no dejar de recordarte, pero sentir que puedo borrarte de mi mente en cualquier momento me rompe el corazón. Me deforma en un montón de pensamientos turbios. Me da ganas de tirarme al piso y patalear como una nena. De romper una pila de platos y de gritarle a la gente de la calle. Nunca hago nada de eso. En general me sirvo un vaso de agua fría y no lo tomo hasta que está a temperatura ambiente. Lloro todo el tiempo. Al principio despacio pero siempre termino sorbiendo la nariz. El agua es para calmar los espasmos. Frizo cucharas para deshincharme los ojos y evitar los cuestionamientos en la oficina. El tiempo sigue pasando para el resto de los mortales. Cuando volví a trabajar me miraban con pena. Ahora asumen que estoy mejor y yo los aliento mintiéndoles si me preguntan.

A la que no le sé mentir es a mi mamá. Al principio me llamaba todo el tiempo, casi me mudo a su casa. Últimamente trato de no atenderle porque estoy cansada de que me escuche llorar, sé cuánto le duele estar lejos, pero ninguna puede viajar ahora. Manejar no es una opción y pensar en subirme a un micro me revuelve el estómago. Así que sigo en nuestra casa. Embolsé toda tu ropa hace unas semanas. No hizo ninguna diferencia. Empiezo a sospechar que nada va a hacer ninguna diferencia. En las películas siempre dicen que el dolor no se disipa, solo aprendés a vivir con él. No quiero aprender nada. Lo que quiero hacer es escribirte hasta que vuelvas. Narrarte completo. Desde el brillo de los ojos hasta lo duro de tus pies. Todo el tiempo me acuerdo de vos y necesito asentarte en algún lado. Sentir que te apuntalo en esta hoja amarillenta. Por eso estoy acá todo el tiempo, porque todo el tiempo me acuerdo de vos.

sábado, 2 de enero de 2021

Mujer entera

Fresca y recién llovida, Mujer Tierra.
La humedad entre los dedos y en la planta de los pies. Pesa y se afloja. Se hunde. Primero las piernas, los brazos.

La vida arriba, la vida abajo.

Sigue su camino la Mujer Piedra.
Estoica. Ya no se mueve, es ella. Es el final y el siempre. Permanece. Ve florecer y calla. Ve morir y espera. Descansa y piensa. Dura.

No siente pero recuerda.

Algo suena, Mujer Viento despierta.
Está suelta, es efímera y nueva. Juega y corre. El pecho le salta.
Pregunta y curiosea: ¿Quién es esa que se hunde y aquella que espera?

En el fondo todas son Mujer Entera, fragmentada y llena.

La que cambia y la que queda.
3 de Marzo del 2020
Rosario, Santa Fe.

sábado, 26 de diciembre de 2020

En vela

Hay algo en estos días que me trae perdida. En general lo noto porque vuelvo del hospital sin dormirme en el colectivo. Camino a ritmo constante y saludo a mis vecines sin distinguirles las caras. Llego a nuestro portal y subo las escaleras, nunca me tropiezo en estos días. Abro la puerta de casa, dejo mi abrigo en el perchero y me quedo quieta. No incómoda ni congelada, solo quieta. Terminé de hacer el último paso planificado de mi día, y me quedé sin instrucciones. A veces paso horas en el estar, cambio el peso de un pie a otro y miro como cambia la luz en la habitación. Huelo a mis vecines hacer la comida.


Nunca sé en realidad cuánto tiempo pasa. Pero aprendí a volver un poco cuando escucho el ruido de las llaves en la misma cerradura que use para entrar casi recién. Martina siempre sabe reconocerme la cara vacía.


Me extiende la mano, en un gesto que supongo suave, pero no recuerdo cómo interpretar. Creo que dice algo pero tampoco reconozco palabras. Sin dudas algo cambia porque parpadeo y siento que llevaba mucho rato sin hacerlo. Me agarra la mano con convicción y saltamos.

 

Al principio la oscuridad. Es una oscuridad general, parecida a mi ausencia. Siento la mano de Martina agarrada a la mia. A veces me pregunto si esto la impacienta pero nunca me dice nada.


Lo siguiente que noto es un chasquido y un perfume suave. Sé que luego de a poco, aumenta la temperatura y todo a mi alrededor se aclara.


Abro los ojos. Parpadeo algunas veces para adaptarme a la luz amarilla. Si presto atención noto como mis pies descalzos se hunden en la especie de arcilla que recubre el suelo. Es un movimiento sutil, al que siento que podría resistirme pero no lo hago. Todo se siente acogedor.


Miro en los ojos de Martina. Despacio me suelta la mano y avanza hacia la orilla, liberándome un poco de la hipnosis. Recién entonces percibo el atardecer. Es enorme, como si el Sol hubiera decidido volverse inofensivo y acercarse.


Me acerco yo también y siento como el suelo encuentra un límite. Sumerjo despacio los dedos en el líquido cálido y disfruto la sensación espesa. Martina me mira y parece contenta porque se acerca y me moja la cara con una caricia. Hay algo plácido en el calor que de a poco transforma mi lejanía en una elección. Nunca sé en realidad cuánto tiempo pasa.


Descubro que puedo relajarme y manejar la distancia. Tomo la ofrenda y me acerco a Martina. Solo existimos ella y yo, rodeadas de atardecer y cera cálida. Nos sumergimos de a poco, midiéndonos la temperatura de la piel a cada paso. No nos soltamos. La luz es solo reflejo de sus ojos y lo sabemos ambas.


En algún momento nos dormimos. Veo el atardecer prolongarse en sus últimos momentos y apagarse al sumergirse en el final de la vela. Nunca sé en realidad cuánto tiempo pasa, pero es de día y estoy de vuelta.


miércoles, 11 de marzo de 2020

En los ojos

Me encanta mirar en los ojos.
No sólo elegir los ojos como punto para centrar la mirada mientras converso, no. Mirar en los ojos: el movimiento de las pupilas, el color. Quedarme un segundo rodeada de eso que decimos todos en silencio. Me gusta ver las miradas escaparse a veces, y verlas volver siempre, porque la mirada, si la sostenés, funciona como un imán.
Me gusta preguntarme si también me ven a mí. Me gusta pensar que de verdad nos estamos comunicando más allá del sonido.
Me gustan tus ojos.
Me gusta hundirme un poquito en tu color, y percibir esa voz secreta que dice cosas que, a veces, ni vos mismo sabés. Me gusta porque es como respirarte desde adentro. Me gusta verte a los ojos, por lo que causa en vos y por lo que causa en mí.
Me gusta ese vals de mirarnos y no decir nada por una milésima de segundo. Me gusta ocultarnos en una risa o una pelea después del momento de honestidad que tuvimos al mirarnos. Me gusta exponerme y escaparme porque somos un sueño, fugaces como una mirada.
Me gusta verme en tus ojos. Me gusta como nos reflejamos el color. Me gusta que sepas cómo miro cuando me concentro, y cuando me preocupo, y cuando pongo mi alma en un escenario para que la veas brillar. Me gusta que tus ojos digan que te gusto, me encanta decirte que me encantas sin hablar.
Me gusta sonreír y sonreirte.
Me gusta soñar, con los ojos abiertos, mirándote.

jueves, 25 de enero de 2018

Vos y yo

¿Vos y yo?
Seríamos de esas parejas que
comparten el metrónomo.
Seríamos un canto solo.
Aunque yo no tengo ritmo.

Seríamos de esas parejas que
se mueven como un todo.
Completaríamos dos partes de un reloj.
Aunque yo no entiendo el tiempo.

Seríamos de esas parejas
que son como el oleaje del mar.
Sabríamos ir para todos lados.
Aunque yo no tenga fuerza.

Seríamos de esas parejas que
pueden compartirlo todo.
Sabríamos caernos juntos.
Aunque yo sigo sin saber aterrizar.

Somos de esas parejas que
son como el agua y el aceite.
Separados siempre.
Porque no te conozco.

viernes, 29 de septiembre de 2017

Armonía

 Démosle una oportunidad al silencio.
A ese momento que queda entre vos y yo.
Vivamos ahí un rato.

Midámosnos las almas, desde tus pupilas a las mías.
Saquémosnos las ganas de mirarnos.
Rasquemos las palabras que sobran.
Y callémosnos.

Porque en silencio
pueden pasar
cosas escandalosas.

Porque te pienso en silencio; gritando,
sonriendo por dentro.

Porque sos el silencio
más ruidoso
de mi vida.

miércoles, 2 de agosto de 2017

Cenizas

Gris. No como las películas en blanco y negro que son grises y vibrantes; gris como si el color se hubiera evaporado de mi espíritu y fuera yo incapaz de arrancarme.
Gris, que no es blanco con negro sino un hueco.
Me siento gris y ausente.
Un gris que no tiene temperatura, con una textura que es rugosa sin llegar a ser dañina o molesta, pero tampoco alentadora al tacto.
Gris, como el amor que no sucede, no por falta de personas, si no por falta de sentir.
Apagada. No dormida, no suspendida: apagada.
Gris y punto.
Apenas me queda energía suficiente para dejar este rastro escrito, el rastro vivo de lo que no consigue ser.
Gris porque quedé sin color.
Gris
Gris.
Gris.


Pero el fénix siempre vuelve a romper el cascarón.

domingo, 9 de julio de 2017

Los mates más fríos de mi vida.

Los mates más fríos de mi vida los tomé con el agua recién sacada de la pava, agua caliente.
Los cebé con yerba nueva, bien sacudida porque 'el polvo hace mal'.
Los tomamos juntos.
Los mates más fríos de mi vida los cebe y te los pasé, mientras hacía lo más difícil que me ha tocado hacer.
Los mates más fríos de mi vida se enfrían mientras hablo.
Hablo y hablo y hablo y no puedo parar, porque necesito sacarme del alma esto que me pasa.
Te cebo y alcanzo el mate.
Se rozan nuestros dedos, esos pedacitos de piel se acuerdan que supieron ser la extensión de nuestros cuerpos entrelazados.
Esos dedos ahora sólo sienten el calor del mate y un escalofrío de memorias.
Recibís el mate, como una posta para hablar.
Hablás, como si te destaparas.
Como si estuvieras desanudando algo con una paciencia que no te pertenece, una paciencia practicada.
Te apuro con el mate, que no es micrófono, es sólo un mate.
Te apuro porque necesito tener algo entre las manos, para no sentirlas tan solas, tan frías.
Pero al frío lo llevo adentro.
Entre un trago y otro, consigo empaparme de la fuerza que necesito, te miro y te digo desde el alma que no me quedan ganas.
Me vuelvo trasparente y te digo, que de nosotros solo quedamos vos y yo.
Que juntos ya no significamos,
Nada.

domingo, 2 de julio de 2017

Niños perdidos

Creo que si hay una tradición en Argentina que nos define es la de aplaudir, pero no aplaudirnos porque todo nos sale bien. Ni tampoco aplaudir mirando como los demás hacen las cosas bien mientras nosotros la pifiamos.
No. La de aplaudir para reunir gente: aplaudir en la playa.
En otros países (que se parecen más a otros universos), las playas deben tener gente de seguridad que se ocupa de estas cosas. Seguro ni se pierden chicos, o los que se pierden hablan con un policía y se resuelve todo en algún silencio incomodo con los padres. Acá no.
Tal vez acá se pierdan más chicos en la playa, porque los padres se hunden en un mate o se pelean con el de al lado. O tal vez son nuestros chicos, que son demasiado confiados y siguen caminando para donde les surge.
La cuestión es que de repente las olas no son un buen punto de encuentro y unos están por un lado y los otros por otro. Y en algún momento el hijo se descubre sólo. Alguien que está por ahí (siempre hay 'alguienes' en todos lados en la costa argentina) le pregunta: ¿con quién estás? Y ahí nace el momento de el Aplauso. Arranca alguno, que suele ir con el niño de la mano o a cococho, y empieza a caminar mientras los de alrededor, dan comienzo y perpetúan el acto de aplaudir.
Es una manera que muestra mucho. Toda la playa se entera de que alguien perdió a su hijo. Muchos señalan acusadoramente a los padres pero también todos (o casi todos) deciden ayudar.
A veces se forman procesiones en torno al niño y al adulto que caminan. A veces no, pero el Aplauso los acompaña: los publica. En algún lugar la costa se acorta a un solo punto y la familia está otra vez reunida. Los padres agradecen avergonzados al caminante y a la multitud. Algunos abrazan a sus hijos y tambien los retan un poco: 'mirá el quilombo que armaste'. Otros, imagino, le quitan importancia al asunto: 'los chicos son así'. Lo cierto es que al rato la memoria colectiva playera ya no distingue al niño que estuvo perdido de los demás y el suceso se deja atrás.
Se supera, pero no se olvida, por supuesto que no: el Aplauso, que en realidad era eco de todos los anteriores, permanece resonando en algún caracol hasta que vuelva a ser necesario.
Sí, sé que unas líneas más arriba afirmé que el Aplauso se crea, pero en realidad, es parte del paisaje de la costa y allí mismo se guarda y espera. El Aplauso es una entidad latente que vive en nuestras playas. Es una suerte de espirítu que nos recuerda que podemos ser solidarios, que podemos ser un equipo; pero ante todo nos demuestra que aunque estemos muy perdidos, con un poco de ayuda, podemos reencontrarnos.

domingo, 23 de abril de 2017

Goteras

Cuando se me llenan los ojos de lágrimas, pero sé que no voy a llorar, me gusta atrapar alguna con un dedo y mirarla: Entre toda esa claridad puedo ver lo que me duele.
No es fácil ver un dolor. Pero a veces vale la pena sentir entre los dedos aquello que se parece tanto a una colonización del alma. Porque es chiquito, y aunque no hay que dejarse engañar por el tamaño, ayuda ver ese sentimiento separado de una. Creo que entender esa tristeza como algo casual, algo aparte de nuestra esencia, es fundamental para saber dejarla ir.
Mientras eso que podría haber sido una lágrima me corre por los dedos, veo como refleja la luz.
La lágrima se fue, la pena se va ir también. La luz que supo reflejar esa gotita de agua, será lo que más dure en mí.

domingo, 22 de enero de 2017

Audaz

Salí tranquila de casa; contenta. De vez en cuando, antes de salir, me miro al espejo y me sonrío: me siento bien con eso que veo. Ese día fue uno de esos. Salí con una sonrisa. Pero, al parecer, mi sonrisa no combina con mi pollera. Mi sonrisa no combina con lo que vos pensás de mi pollera. No combina con tu mirada procaz. Tu mirada que me ahoga en un universo de dudas e inseguridad. Así que lo primero que pienso es que no debería haberme puesto una pollera.
Me equivoco. Si mi pollera y tu opinión no combinan, es porque sobra tu opinión. Es porque sobra que vos y todos los que piensan como vos, traten de dibujarme de una manera que no soy. Traten y consigan hacerme sentir mal por algo que me hacía sonreír.
Aunque me cueste, redoblo la apuesta y sostengo mi sonrisa. Porque mi pollera y mi sonrisa combinan; y algún día, ya no voy a tener que escuchar tus comentarios si no te los pido. Y si no combinan es problema tuyo. Lo que sobra es tu comentario y tu abuso.

Diciembre 2016

lunes, 17 de octubre de 2016

A mi par.

Cada vez que camino sola,
se me llena el pensamiento
de la vida que nos fue robada.

Cada vez que camino sola,
mil y un sombras me persiguen:
se me desarman las ganas.

Cada vez que camino sola,
me subestima tu mirada.
Soy un pedazo de carne,
nací para ser completada.

Cada vez que camino sola,
me acuchillan tus palabras.
Soy lo quieras ver y oír
o mejor ya no soy nada.

Cada vez que camino sola,
mi cuerpo es un secreto a voces:
debo atenerme al silencio,
o si no estoy entregada.

Cada vez que camino sola,
me salpica en los tobillos
tanta esencia destrozada.

Y se aferran a mi alma,
gritos sin posible calma.

Cada vez que camino sola,
se me escurre desde el pecho
la vida que nos fue robada.

Siempre que camino sola
camino acompañada.
Soy las que pasaron.
Soy las que no llegaron.
Soy las que lloran.
Soy las que braman.
Soy las que luchan.
Soy las que aclaman.
Soy las que ya no están.
Soy todas las que fueron, y las que van a ser.
Soy mujer, y digo basta.
19-10-2016
#TodasSomosEllas
Sol Nabot

sábado, 2 de julio de 2016

Ladrona

Mi olvido jamás la quiso
no la soporta mi razón.
Es tal vez que ella, tramposa
se robó todo mi soy.
Se robo lo que yo era
y sin ella...

Audaz, se dice ella.
imposible la sé yo.
Y sin embargo
anhelan mis suspiros,
en el amor su sazón.
Y en cada silencio un 'te quiero'
se le escapa a mi mirar.
Y a cada paso un tropiezo,
 y no me quiero levantar
quiero haber caído en sus brazos,
como nana a su palpitar.

viernes, 20 de mayo de 2016

Migas de pan

Yo sé.
Sé poco.
Poco, como los pedacitos de pan que tiro en el pasto para que vengan pajaritos a mi jardín:
Poco, pero usualmente alcanza para alguna imagen feliz (como los pájaros, regocijándose con lo que para mí son sólo migas de una merienda que ojalá recuerde);
Poco, pero me ayuda a desparramar alegría (de esos pájaros y de todos aquellos que podemos gozar mirándolos);
Poco pero sincero.

viernes, 22 de abril de 2016

Viajantes

Existen dos modos de viajar.
La mayoría del tiempo viajamos sin darnos cuenta (o tratando de no darnos cuenta). Aprovechando el tiempo para hacer cosas pendientes. O disfrutando de algo ajeno al viaje; con auriculares, charlando; con los ojos fijos en el celular, en algún libro.
Claro que sí.
Todos hemos viajado tratando de estar en otra parte. Especialmente tratando de estar en el lugar al que vamos o del que venimos.
Pero se puede viajar distinto. Se puede viajar viajando.
Percibiendo ese momento mágico que es un viaje.
Mirando el camino irse pasar.
Oyendo todo el tiempo que nos rodea.
Siendo más que una persona: siendo un viajante.
Y así también podemos vivir; pensando en el momento que vendrá (o en el que dejamos atrás) o siendo pasajeros del presente.



31/03/2016 107 entre Ciudad Universitaria y la Plaza Devoto.
O algún día de mi primer otoño en la facultad. Entre mi clase de análisis y un almuerzo con Lu.

domingo, 14 de febrero de 2016

Fresco con Sol

Decidí dejarte un verso
lleva algo de tiempo escrito.
Lo habrás leído en mis ojos,
tal vez ya lo tengas visto.

Te dejo también un suspiro,
que te afloje cualquier pena.
De esos que cuando tomes aire,
te dejen la vida llena.

Te dejo también un abrazo,
especialmente por si estoy lejos.
No lo busques en esta hoja
se esconde en mil recuerdos.

Lo último que te dejo
es un beso y su momento.
Un momento que exista
para siempre en nuestro tiempo.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Siempre


La esperanza siempre es
donde haga falta que sea.
No es sueño, sino el soñador
que a ella entero se entrega.

La esperanza es una flor,
que brilla más,
cuanto mas oscura,
sea la tierra de su envergadura.

La esperanza es una ola,
que te arrulla con ternura.
Más fuerte sea su abrazo
más ferviente su locura.

Y si me muero algún día
deseo en verdad que sea,
esperando como siempre:
La esperanza nunca muera.

viernes, 24 de julio de 2015

Libertad

Sonríe. El simple hecho de imaginar la llegada del tren la fuerza a sonreír. O tal vez sean los acordes de 'Rezo' que algún improvisado músico de tren deja disfrutar desde el otro lado de la estación. Reza por ella misma, a un dios que no la conoce. Le reza por su libertad.

A lo lejos comienzan a escucharse campanas... 'Las del cielo' diría Sami.
En esos momentos, en los que el futuro se nos acerca, tan evidentemente como un tren, es mucho más fácil olvidar el miedo. Lo que venga después del tren ya no importa. El miedo es una puerta, el pasado está (borroso ya) del otro lado de los marcos de su miedo, que ha sabido atravesar. Y, gracias a eso, su futuro está al alcance de un salto. Ya puede verlo, es liso, luminoso y brillante, por sobre todo brillante. Qué ironía, entiende: Es el final de un día (que ya no es), oculto en su propia noche y el tren llega para iluminar. El lecho nocturno y su existencia.

Otros se entristecerán al ver el tren llegar. Otros llegan con él. Otros, tal vez, vean en el tren llegar a su rutina, que los atrapa; pero ella no. Para ella la libertad. En su única manera.
'Para mí...' sabe y se repite. Recuerda a Sami. Puede que nunca vuelva a sentir esa sonrisa, sincera, clara. Esa sonrisa infantil. Es que Sami no lo entendería. No sabe qué es cerrar los ojos y seguir despierta. Que lo que la ata no es más que su propio cuerpo. Que todas las trabas que la gente dice tener, no son más que excusas para creernos libres. Tal vez Sami sepa sentirse libre, abrazar los límites de su libertad, y quizás la libertad, no sea más que esa sensación. Pero Sami vive en su propio cuerpo y ella ya no.

Las campanas insisten en el llamado: El tren se acerca. Ella lo sabe desde hace tiempo. Lo supo cuando dejó de envidiar a Sami. Dejó eso atrás, para decidir ser, quien Sami querría que fuera. 'Y curé mis heridas. Y me encendí de amor.' Ella está encendida, pero no de amor. El amor duele y arde. Quema y  se quema. Ella se enciende de libertad. El mundo no ha sabido amarla, y ella ya no necesita ningún amor. Sonríe una vez más... Casi como lo hubiera hecho Sami. Flexiona las piernas. Inspira...
Y flota.
Es liviana como una sonrisa.
Es libre, porque su cuerpo, (que antes la ataba) ya renunció; y su mente, flotando espumosa en el vaho nocturno de Buenos Aires, puede olvidar todos sus años de muerte, para al fin terminar con su vida. Por una vez, su presente es luz. Sami, esa que alguna vez ella también fue, es quien, en el último segundo, le toca ser. Viva otra vez; al fin.
Libre.

"Ya se hizo de noche,
y ahora estoy aquí.
Mi cuerpo se cae.
Sólo veo la cruz, al amanecer."
Rezo - Charly García

viernes, 17 de julio de 2015

Incendios

"La memoria puede tomar muchas formas.
Puede ser una imagen. Un color. Una frase.
Un sabor. Un sonido. Un olor.
La memoria puede elegir múltiples caminos para recordarnos algo, pero a veces nuestra memoria se queda sin opciones y se ve obligada a ser una llama.
Una llama con color, con aroma, con voz, con rostro...
Una llama que se nos aloja en la garganta, en las piernas, en la cabeza. En el alma.
Esas llamas son memorias que nos duelen. Son llamas de alguien que antes nos daba calor y ahora ya no puede; su recuerdo nos incendia con esa llama. Algunas sólo chillan y debemos aprender a aliviarlas. Otras nos incendian en un grito, en un pedido, un ruego.
Para esas memorias ardientes, aquellas ausencias que nos queman de este modo particular, no existe el alivio. Las ausencias están grabadas en nuestra mente. Pero su llama, el pedido que nos hacen, va más allá del recuerdo.
El único modo de apaciguar ese fuego, de permitirnos vivir con su calor y no con sus incendios, el pedido unánime de estas memorias es la justicia."
Viernes, 17 de Julio de 2015
A 21 años del atentado a la amia, las memorias aún queman, la impunidad también. La justicia, sigue pendiente.
Sol Nabot
Un año más, y 'a veces' sigue siendo hoy.

martes, 23 de junio de 2015

Capitalismo existencialista. Existencialismo capitalista.

Nos la pasamos comprando cosas. Es nuestra forma de vida. Compramos cosas chiquitas, carísimas,  pavadas. Cosas para regalar y para regalarnos. Cosas necesarias y que no vamos a usar nunca. Compramos cosas para darle una mano al que las vende. Compramos cosas que nos gustan, o que les van a gustar a los demás. Compramos impulsivamente, compulsivamente y obligados. Compramos con tarjeta, en mil cuotas, al contado y con descuento.
¿Y si pudiéramos comprar el mundo? ¿Cuánto estaríamos dispuestos a pagar? 
La respuesta está al alcance de un suspiro. De cada paso. De un viaje. Del amor. 
Cuando nacemos, pagamos el precio. El tiempo que vivimos, que gastamos en el mundo; es un precio extraño. ¿Es un precio justo? Es un precio justo. Justo, para quien expande su mundo. Para quien aprende a disfrutar de él.

viernes, 5 de junio de 2015

Felicidad

Somos eternos hombres propiéndonos entenderla, sufrimos el tedioso destino de quien busca un sombrero que lleva puesto. Muy por el contrario los (infinitos aquellos) que preferimos inocentemente aceptar lo que nos es dado, la tenemos sin entenderla. Pero no es un babilónico azar lo que lo define (o tal vez sí lo sea), convivimos con el deseo de comprenderla o con el de ignorarla sin asomarnos a la verdad.
Como con todo, la clave está en la justa proporción, el punto medio. Los extremos, el vacío, la eternidad, la pureza, la simpleza no le corresponden a la humanidad. No podemos concebirlos realmente, puesto que son inhumanos. Divinos quizás, diabólicos, más probablemente (o de la misma absurda manera, no me corresponde saberlo). Similar es la felicidad, aunque abismalmente distinta en cierto aspecto. En algún desvío del destino, nos toca no sólo la efímera alegría: también solemos creer que podemos ser felices.

martes, 2 de junio de 2015

Pétalos sin deshojar

Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Su amor se ha ido
con el verano al mar.

Un mar tormentoso
de guerra, y llorar:
Allí ya no vale
lo que podemos soñar.

Y sus ojos cantan,
con furia, hacia el mar.
Pero saben, sólo queda,
ahora esperar.

Su amor será así,
pero al él regresar,
no importa como sea,
se van a encontrar.

Quizás sus ojos
le canten, al mar.
Tal vez en silencio
los vaya a arrullar.

Ya sea de adentro
o fuera del mar.
Los sueños ahogados
no los van, a desvelar.

Las margaritas ya no
gritan, al verla llegar.
Ambos se han ido,
a no sentir,
al mar.

miércoles, 20 de mayo de 2015

Al alba.

Al mundo hay que disfrutarlo mientras es novedad.
Así explico yo la alegría infantil. Me gusta creer que las cosas nuevas son las que nos mantienen vivos en cada interacción. La rutina de viaje, siempre nos ve del mismo color, no nos inventa, ya es parte de lo que somos. Somos parte de lo que es... Y sin embargo hoy (el primer día de mi travesía rutinaria), hoy como tal vez nunca más sea, soy capaz de oler la mañana, con sus ganas de brillo nocturno y su vocación madrugadora. Hoy y tal vez hasta hoy solo, me dejo llevar por los ruidos que sólo se envalentonan para hacerse oír entre el silencio. Amedrentados durante el día, espamentosos en el pequeño mundo del alba.
Comprendo con tristeza el advenimiento de los días futuros, consciente de que la mañana no cambiará y que por eso mis ojos, mi frío, mi ser, serán en ella. Serán en mí, a su vez, mientras las interyecte en mi propia rutina.
Y aún así, al escribirlas, me queda la vana esperanza de que mi sorpresa matutina no morirá. Infundadamente, es sabido, puesto que no alcanza con leer para creer.

martes, 19 de mayo de 2015

1983

Ese día en Buenos Aires
la gente se llenó, de calle.
Tal vez llenos de vacíos:
vacíos.

Las ausencias son pasado,
sólo para quienes no están,
presentes.

La ciudad era júbilo
mas no faltaban,
los ruidos fríos,
de quienes luchan,
hasta idos
a la muerte.

Ese día Buenos Aires, tenía
un brillo particular.
La sangre de las lluvias pasadas
parecía no quererse,
secar.

Y sin embargo Buenos Aires
decidió sus vendas dejar
y después, de tantos muertos
mi ciudad volvió,
volvió a bailar.

domingo, 10 de mayo de 2015

Vacíos

Llovían sonrisas de todos los colores,
formas y sabores.
Las barrimos, porque
nos pareció una ironía:
del cielo cayendo, tanta alegría.

Me gustó una,
y me la guardé.
Para que me alegrara, después,
del amanecer.

Y cada mañana me abraza,
y en el silencio sonrío.
Silencio que me heredó
tu vacío.

sábado, 2 de mayo de 2015

Camino

[...]
Camino y recibo cartas
se envían desde mi tierra,
el lugar de donde sale,
lo que de mí se pierda.
[...]

martes, 28 de abril de 2015

Muerte de un paraíso

Creo en el destino y sé que el nuestro fue no estar juntos hasta que lo fue. Creo en las casualidades como un juego del destino sobre nosotros, que nos persuade de conectar hechos, como si su mera causa dispusiera un encuentro, una despedida o un cruce irrelevante. Este cruce fue, el que fue el inicio de un destino juntos.
Volver a pie es un ritual de pocos. Para los conocedores, sin embargo, es fácil comprender que el mero hecho de cruzar de calle puede transformar, quebrar, el panorama de lo conocido. El recorrido no cambia, pero sí lo hace nuestra percepción de él, lo cual podría, incluso considerarse de mayor relevancia. Análogamente el concepto es único pero las ideas, o los caminos, por los que se los consigue, distintos. En los hechos la vereda de la inmobiliaria estaba bloqueada y tuve que cruzar. Volverme casi un traidor a mí mismo y acercarme al paraíso de la vereda opuesta, tentador, por su sombra y engañoso, por su propia atracción. Quien nunca ha visto un paraíso, no debe dejarse embaucar; pueden parecer lo necesario, lo útil y lo bueno, pero sus frutos se pegan a uno contagiándolo, envolviéndolo en un aroma de desgracia. Es falso que son un regalo. Son meramente una sorpresa, una de las curiosidades del destino.
Si existe algo fuera del alcance de mi interés es escribir sobre aquello fuera del alcance de mi conocimiento. Sin embargo (ya está dicho) no sé más que mi idea y panorama. Mi historia ya fue contada y confío en que volverá a serlo. Mi verdadera duda es, si llegará a ser real. No vivida, que sí la he vivido, sino real. Nítida, para tantos como sea necesario, para componer un hecho. Como me dijeron alguna vez “El mundo fue plano, hasta que suficiente gente se convenció de que era redondo”.
Hasta ahora en mis hechos, sólo crucé una calle, el cambio es imperceptible pero existe. La primera vez fue sólo eso: un movimiento inescrutable de las líneas de mi vida, un caso puntual. En el conjunto, el cambio radical fue sólo consecuencia de su constancia. No comprendo la medida del tiempo, sé que duró desde ese entonces en adelante: desde ese entonces en adelante caminé por la calle del paraíso.
Cruzaba y caminaba media cuadra, allí el paraíso, seguía otras tres, doblaba a la derecha y llegaba hasta la reja negra que mi madre solía pintar, cada vez que la lluvia la dejaba. No vale la pena recordar los primeros encuentros, fueron no solo infructuosos sino incomprendidos, invisibles. Creo que ambos, a un nivel subconsciente, de la falsa realidad que esconde la pureza en lo simple, nos tanteamos y descubrimos a un nivel cutáneo, el futuro que nos enlazaría. A pesar de todo, tuve que notarlo en algún momento, puesto que el paraíso, había cambiado al primer plano en mi nuevo panorama de la rutina del peatón que regresa.
El paraíso estaba ahí, sí, pero aún no era lo que sería. Empezó a serlo un día en que volvía, más atento o desconcentrado que otros. Volvía. Crucé la calle, avancé media cuadra y el paraíso, seguí caminando y me detuve, no para doblar, sino para retroceder. Desvolví mi camino, puesto que el paraíso me había develado una epifanía secreta. Tuve que adelantar mis pasos más allá del lugar al que regresaba para poder volver a avistar un detalle oculto. Volví y recuperé mi capacidad de ver. El paraíso, en una de sus ramas y solo para los ojos destinados, desfiguraba la forma de un lazo, que delineaba la muerte sin ser más que el boceto de una horca.
Sé que podría haberme pasado desapercibido, y comprendo que existan quienes, incapaces de ver la incidencia del aspecto de la rama de mi paraíso, me consideren desvariante. Una rama curva parece poca cosa, comparada con los hechos, de la presuntuosa vida que nos gusta sufrir. Lo parece y también lo hubiera parecido para mí. Pero el destino es constante y no bastándose con eso, es perfecto en su simpleza. Mi paraíso y yo representábamos un único alma, eterna, desdoblada en dos seres. Nos unía un entramado profundo, más inmerso en la espiritualidad que el amor de los hombres. Ambos nos pertenecíamos en un nivel ridículo de existencia mutua.
El círculo de la horca de mi paraíso, que estaba a poco de ser, fue. Fue círculo, fue horca, fue muerte, fue en mi paraíso y en todos lados. El día en que el círculo de la horca de mi paraíso, descubierto en una simple casualidad del destino, fue círculo, cerrado, completo, macizo; el propio lazo alrededor de la vida de mi amor se cerró. Vi la muerte y y volví a volver, volví a quien había ocupado mi pensamiento. Volví a lo que era. La muerte en mi casa, la sospecha en mi pensamiento. Volví a volver, deshaciendo la rutina de quien retorna y confirmé mi saber: El círculo era. Eterno, completo, concluso. Era.
Ese día cerré el trato, al bautizarlo. La deuda por su bautizo, mi entierro. Sus raíces se hicieron carne y mi alma paraíso. La furia ahogó todo nuestro ser. Corté la rama, con mis manos. Corte mis manos con la rama. Corte, retorcí, desgarré; mientras, mis manos sangraron. Yo volví a casa; dejé mi alma. Pensé que ahí moría, pero había hallado un culpable de la muerte de mi amor, en mi conciencia.
Pensé que ahí moría pero el destino hizo un bucle. Los bucles del destino pueden ser nimios o eternos. Esta vez fueron la eternidad de mi ser por un tiempo. Cada hecho y cada instante de nuestro encuentro volvió a tomar forma en mí y en la realidad, mi percepción era nueva cada vez, pero mi verdadera alma, atrapada en la repetición preveía cada detalle. La redundancia no le evitaba a mi ser la capacidad de sentir. Vivir el dolor cada vez, oscureció mi alma, que era ajena al bucle del destino pero se enlazaba con el sufrimiento de mi ser. Finalmente solo quedó de mí un reflejo. Mi vida era un espejo roto y el sueño de vivencias un vago recuerdo de lo que ya ha sido. Lo único que escapaba del bucle era mi desahogo de rabia. Tal vez un guiño del destino, que me regalaba una posibilidad de elegir entre tanto retorno...
Tanto retorno, fue simplemente lo que los restos de mi ser sufriente necesitaban. Rehice cada segundo de mi tortura eternamente antes de esta segunda epifanía. Era preso en la repetición de los pasos que me llevaban a la ira, pero durante ella era libre. Decidí eternas veces desquitarme de la rama sin entender que ella no era pincel, sino lienzo. Un lienzo blanco y tenso, desgastado por el pintar y despintar de mi destino. Un lienzo nuevo y reusado cada vez, en el que mi destino, el paraíso, pintaba al árbol del ahorcado cada vez. Entendí que ser libre no existiría si mi destino se pintaba a sí mismo y a mí, una y otra vez de la misma manera. Una y otra vez... llegaba el encuentro, una y otra vez la visión, una y otra vez la muerte, y una y otra vez la ira. Una y otra vez herí mis manos, queriendo herir a mi paraíso. Los círculos son infinitos. Y también lo es la eternidad. Mi paraíso y yo fuimos alma desdoblada. Un único elemento faltaba para nuestra eternidad.
Cerrar el lazo.
En cuanto el peso de mi cuerpo se soltó en la rama, mi paraíso y yo fuimos uno y ninguno. Debí morir en él, para vivir en él. Mi nombre perdió su significado para unir un alma desdoblada en el mismo ser, el mismo nombre.
El árbol del ahorcado.
 “Go hang your dreams on the hanging tree
Your dreams of love that could never be.
Hang your faded dreams on the hanging tree.”
Marty Robbins. “The hanging tree”

Desvelos

Ella sueña con ser
un sueño que camina.
Una ensoñación tan vívida
que despierte fantasías.

Y con un soñador,
que la haga de espuma.
La espuma de un mar
inmenso, de bruma.

Y sueña también
un cielo estrellado
repleto de todo
lo que la ha desvelado.

Deseos brumosos,
sueños estrellados.
Un amor que no fue
pero de luto ha manchado
la sombra del desvelo
de quien el amor ha soñado.

jueves, 16 de abril de 2015

Nueva

Aprendí,
que aprender de tus experiencias,
no te absuelve de sus consecuencias.
También que, sin errores,
los cuentos no tendrían autores.

Por eso hoy me olvido de todo:
Respiro fuerte el mismo aire de siempre
porque la que cambia soy yo.

miércoles, 1 de abril de 2015

El día más frío.

Cierra los ojos. La pena cae, es pétalos sobre el fuego de su mejilla. Cada lágrima es un pétalo que, al caer, deshoja la poca esperanza que la habita. Al caer quema. Los abre y el mundo sigue su ritmo de engranaje. Tic. Y es un paso. Tic. Y es un encuentro. Tic. Un suspiro. Tic. Otra lágrima... y el recuerdo.

Vuelve a cerrarlos, todavía hay tiempo de escapar. Se concentra en algo lejano. Invisible. Pequeño. Aun así sabe qué es. Siempre fue lo mismo. Y ya cae sobre su regazo. De cualquier modo, sabe que nunca está sola. No está tan lejos realmente... Quema.

Se ve a sí misma. Sentada sola. Pero sabe que no está sola. Tal vez nunca vuelva a estarlo. Morir es escapar. Pero si cada lágrima quema... Inhala. El pasado irrumpe. Abre los ojos, no hay lugar seguro. Exhala, por poco se ahoga. El aire frío rebana la sequedad de su garganta. Arde. Cae. Suspira. Recuerda. Anhela su (antes despreciada) soledad. "Desear la muerte es morir un poco", dijo alguien alguna vez. Pero ella sabe que no es cierto. Ojalá, pero aún quema. Observa su aspecto: mugrosa. Escucha las burlas, percibe las miradas indiferentes. Pero le gusta así. Está cubierta, protegida... Es un engaño. Sonríe con ironía, pero reflexiona: No puede escapar, está dentro de ella. Pequeño, pero la invade. Quema.

El tiempo se le pasa en algún segundo. Si olvida no arde, pero cada momento la acerca al final. El recuerdo la hiere, pero le deja algo en qué pensar. Jamás decide, sólo suspira. El desamparo. Sólo le queda esperar. La compañía siempre estará allí con la presencia o la ausencia, puede elegir. La elección arde. La tristeza desfigura. La desesperación invade. La compañía ataca. La despreciable soledad ya ni entre sueños consuela.

Lo enterrará, su pasado se verá tan real como su futuro. Aquello que nace del dolor, en la oscuridad, jamás verá la luz. Y tal vez así, (al menos en la eternidad que es el presente) no exista. Es de noche y recuerda el ardor, pero ya no llora. Las lágrimas están en el aire. Un vendaval que pasa y se irá. Su rostro se confunde con el recuerdo. Lo envuelve como una madre en mantas, como una desconocida lo olvida.

Ella cree que el último segundo de su presente será su eternidad. No quiere arder, ni recordar, suspira. Silencio. Soledad al fin. Su anhelo para la eternidad...


El 15 de Julio fue el día más frío del año. Una mujer y su bebé (de contadas horas de vida) fueron encontrados muertos. Aún se desconocen los detalles oficiales de su defunción, sin embargo fuentes internas suponen hipotermia...

lunes, 30 de marzo de 2015

Nostalgias de lo nunca ocurrido.

El espejo del recuerdo
contrae sus pensamientos,
la contrae.


Es pequeña y se contrae,
huye de sus pensamientos:
busca la esperanza
y ya no está.


Si todo fuera mas lento,
lo vería caminando nuevo
por un mundo que, aún
ni siquiera está.


Pero ella lo ve de dentro.
Expande su miedo interno
y se va.


No sabe lo que está haciendo,
ignora sus pensamientos,
busca algún sueño eterno
para escapar.


Cada lágrima es un sueño,
que florece del recuerdo
de todo lo que cree
no pasará.


Si todo fuera más lento
habría un silencio eterno,
completo de su vacía
felicidad.

martes, 24 de marzo de 2015

Aparente ironía

¿Por qué un cicatriz pero no una marca de sonrisa? Para que ante el recuerdo evitemos cometer más de una vez el mismo error, pero (estemos dispuestos y) seamos capaces de seguir riéndonos una y otra vez con idénticas alegrías.

viernes, 27 de febrero de 2015

Esperanza

Así como no existe, hasta ahora, un verdadero código, unánime, para transmitir (la intrincada red de movimientos, quietudes, ruidos, silencios, tempos que es) un baile, más que la demostración física, confío en que las ideas aún no encuentran su verdadera naturaleza clarificadora. Creo en Platón y su mundo de las ideas, allí la conexión es unitaria, cada cual vale para relacionar sus ideas con los propios pensamientos, informar al otro es absurdo.

martes, 24 de febrero de 2015

A mis compañeros de secundario.

Y así fue.
Lo poco que queda es eterno material dentro nuestro. No quiero desestimar las ideas y recuerdos, sólo remarcar que, lo único que va a mantenernos juntos a partir de ahora, serán las ganas que tengamos de revivirlos.

domingo, 22 de febrero de 2015

Huida

A veces me encuentro con ganas de no ser por un rato.
Luego descubro que, sintiendo y pensando puramente, huyendo al platónico mundo de las ideas, puedo liberarme del ser físico y gozar del espiritual.